Una semilla que necesita ser cuidada
Seguir a Cristo con alegría, sencillez y convicción
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Acerca del Centro Vocacional
Dice el Concilio Vaticano II: «En los Seminarios Menores, erigidos para cultivar las semillas de la vocación, los alumnos se han de preparar por una formación religiosa peculiar, sobre todo por una dirección espiritual conveniente, para seguir a Cristo Redentor con generosidad de alma y pureza de corazón. Su género de vida bajo la dirección paternal de los superiores con la oportuna cooperación de los padres, sea la que conviene a la edad, espíritu y evolución de los adolescentes y conforme en su totalidad a las normas de la sana psicología, sin olvidar la adecuada experiencia segura de las cosas humanas y la relación con la propia familia. Conviene que los estudios se organicen de modo que puedan continuarlos sin perjuicio en otras partes, si cambian de género de vida» (Concilio Vaticano II, Decreto Optatam Totius nº 3).
La Legión de Cristo sigue creyendo en el valor de los llamados centros vocacionales o seminarios menores. Durante muchos años estas instituciones han dado a la Iglesia vocaciones selectas y han enriquecido a la Iglesia con su santidad y su celo apostólico. La Iglesia nunca ha negado el valor de tales instituciones, al contrario, las ha apoyado.
Al adolescente se le ofrece la posibilidad de poderse encontrar personalmente con Jesucristo para que descubra qué es lo que Él desea. Algunos descubren que no tienen vocación; otros que tienen vocación a la vida diocesana y se les orienta por ese camino, por ello hacen estudios reconocidos civilmente para que, en el caso de que no continúen, no tengan problemas de inserción en la vida académica.
Podemos decir con sano orgullo que existe un buen número de sacerdotes diocesanos en la actualidad que pasaron por nuestros seminarios menores y que en ellos descubrieron su vocación sacerdotal. Lo que nos importa no es tener el máximo número posible de vocaciones a cualquier precio, sino tener aquellas que son genuinas y que, por lo tanto, podrán ponerse al servicio de la Iglesia, en la congregación, en una parroquia o en otras estructuras diocesanas.
En este campo hay que partir de un presupuesto de fe. El Señor de la viña puede llamar a los obreros a la hora que Él crea más conveniente. Se procura que la elección se realice como Dios quiere, es decir, en un ámbito de completa libertad.
Pero esta libertad, para que sea tal, implica también que la gracia pueda hacer su obra en el alma, es decir, que exista un ambiente de oración, de escucha de la llamada de Dios, de recepción de los sacramentos, de un acompañamiento formativo serio, respetuoso, amable y atento de los formadores, la cercanía y colaboración formativa de la propia familia, de una excelente formación académica, un sano desarrollo en las relaciones interpersonales y un crecimiento humano integral.
Un adolescente e incluso un niño puede sentir en su interior de modo nítido la llamada de Dios. Ahora bien, esta llamada tiene que ser estudiada y verificada. La semilla, arrojada por Dios en el alma joven, debe crecer y madurar. Esto requiere tiempo y también espacios de verdadera libertad para hacer una elección adecuada. Los espacios de libertad son los que crea la gracia. Estos espacios son los que buscamos crear en nuestros centros vocacionales.
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Testimonios
Tenía mi vida planeada, entré al Centro Vocacional diciendo ‘un año nada más y vámonos’.
H. Juan Pablo Martín del C., pcLC.“Señor, que se haga tu voluntad, no la mía, y si tu voluntad es que yo sea sacerdote, aquí estoy”
H. Ricardo Galicia, pcLC.Sobrevivir lo más que pueda y regresar a casa. Al final dije ‘Jesús es genial, me quedo’.
H. Juan Pablo Alarcón, pcLC.