1. EL SANTO BUSCA CÓMO ATRAER A LAS ALMAS.

Los chiquillos desgarbados escucharon ruidos en la superficie. Sonidos de cacerolas avisando, como campanas, que algo interesante se gestaba. Además, olía a comida. Estos pobres niños -hijos de prostitutas, vagabundos, huérfanos- no tenían hogar. No tenían nada. Vivían en las catacumbas de Roma, túneles en las afueras de la ciudad que habían servido de escondite a los primeros cristianos. Estamos en los años de 1500, en pleno Renacimiento. Este personaje que hace semejantes ruidos es el santo que nos ocupa hoy: San Felipe Neri. Y es que así es la vida de los santos que se apasionan por las cosas que Dios ama: inventan, buscan, piensan, crean esas acciones para acercar a las almas a si Señor. ¿Alguna vez has sentido la emoción y felicidad al ver que has acercado a alguien a Dios? ¡Es de las experiencias más plenas de la vida y que dan sentido a la vida del sacerdote!

  1. LA GRACIA DE DIOS ESTÁ PRESENTE EN SUS ELEGIDOS.

Cuando salieron de su madriguera se encontraron con el Padre Felipe. “Sopa caliente, ¿quién quiere sopa caliente?”. ¡Era un festín para estos pobres estómagos vacíos! Inmediatamente cada uno tomó su cuchara y su traste y se colocaron en sus puestos. Al más líder de entre ellos, el padre le pidió que mantuviera el fuego prendido. El buen hombre les fue sirviendo a cada uno su porción. Era una cacerola pequeña. ¿Cuánto podría alcanzar para cada uno? Terminó de servirle al último de ellos hasta la última gota. Todos querían más. No había más. “No hay más”, les dijo. ¡Oh sorpresa! Volteó al trasto, y milagro. Seguía habiendo como al inicio. Sirvió de nuevo a todos una y otra vez, hasta saciarse.  Es realmente impresionante pensar que Dios actúa a través de sus sacerdotes y es que Él les ha prometido que harían cosas grandes en su Nombre. En esta misión tan grande como es el sacerdocio, somos conscientes que actuamos en Nombre de Dios, que somos instrumentos débiles pero fuertes con su Gracia. Lo único que nos pide es nuestro “SÍ” confiado y alegre… ¡Él se encarga del resto!

  1. UN MILAGRO Y UNA RESPUESTA

Los milagros existen. Son eventos sobrenaturales donde Dios entra en el espacio y tiempo y realiza aquello que quiere. Así lo hizo Nuestro Señor innumerables veces en las páginas que narran su paso por este mundo. Pero existen aún milagros mayores que la puesta en prueba de los eventos sobrenaturales. Los milagros del corazón. El amor puesto en obra. Eso fue lo que movió el corazón de este santo varón, San Felipe Neri. El verdadero milagro no fue la “multiplicación de la sopa” sino el que su amor le moviera a saciar el hambre de estos pobres desvalidos. El padre Filippo, como le dirían después sus niños, le había preguntado al Señor: “¿qué quieres de mí?”. Y ahí, entre los trastes, la sopa y esas almas de Dios, descubrió que su vocación era llevar a estos pequeños al paraíso y se los hizo grabar en su mente y corazón con una canción: “Paraíso, Paraíso, yo prefiero el Paraíso”. ¿Qué responderías al Señor si Él te llamase a lo mismo, a multiplicar milagros de entrega al prójimo que tiene necesidad de amor y alegría? Como decíamos en otra parte, el sacerdote es la respuesta concreta de Dios ante las oraciones de súplica de tantas personas necesitadas. El sacerdote SANTO es una bendición para el mundo. No es indiferente que haya uno menos. Todos son necesarios para Dios y las almas que le ha confiado; pues parece que “Dios tiene urgencia de llenar el Paraíso”. ¿Te atreves si es tu vocación?

ORACIÓN COLOQUIO.

Señor Jesús, gracias por el ejemplo santo y humilde de tantos sacerdotes elegidos por ti para ser signo de amor y paz en este mundo convulso. Si realmente Tú me llamas, concédeme la gracia y el fervor para hacer todo lo posible para que no se pierdan almas y que al conocerte más te amen, y que al amarte más te sigan y lleguen al Paraíso. San Felipe Neri, ruega por nosotros.

PROPÓSITOS QUE AYUDAN AL DISCERNIMIENTO.

  • En esta semana elegiré un día donde haré muchos actos de amor y de bondad, especialmente a los más necesitados.
  • En mi día “vocacional”, en el cual reflexiono especialmente sobre mi inquietud, contemplaré la dicha de acercar un alma a Dios. Haré una oración especial por aquélla persona cercana a mí que necesita acercarse a Dios.

Autor: P. Allan Carpenter, L. C.

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